Feliz Vida:

"Dícese del deseo hacia los demás para que sean felices siempre".

DISFRUTEN Y NO MOLESTEN

DISFRUTEN Y NO MOLESTEN

Buenas sobremesas que es dónde yo me encuentro. Si tú estás en otras horas: buenas noches, días, mediodías, ocasos, madrugadas, etc.

      Hace unos meses vi una escena que me trajo malos recuerdos de infancia -siempre me invade la nostalgia- y también, desgraciadamente, actuales. Muy a mi pesar estos casos se han multiplicado en los últimos años y mucho me temo que es exponencial.

      Os pongo en situación: Era una mañana de partido, jugábamos en Reus y salí a dar una vuelta por las inmediaciones del hotel. Hacía tiempo que había dejado de lado una costumbre muy mía de los días de partido: dar un paseo con un libro en la mano y sentarme a leer por las inmediaciones del hotel. Así que quise recuperarla. En esa caminata me topé con un parque en donde había padres -también madres pero como no me gusta esta modernidad de decir todo en masculino y femenino me limitaré a la simplicidad del lenguaje o lenguaja- jugando con un sus hijos y hablando entre ellos echando alguna mirada de reojo a los peques y me pareció un buen sitio para desconectar una horita. Buscando el lugar ideal me encuentro a un padre vestido de futbolista con un niño de unos tres-cuatro años ataviado de la misma manera.

      Distaba mucho esa estampa de la que se producía a veinte metros, de unos padres disfrutando de sus hijos. El padre no estaba jugando con el niño, estaba entrenándolo. Hay una gran diferencia. Me parece una aberración. El niño estaba con un balón imitando -porque se lo ordenaba- los ejercicios que hacía su padre. Este había llevado conos y algún "apero" más para que condujera el balón e hiciera diferentes ejercicios. El renacuajo no podía con la pelota, al correr se desequilibraba como un niño de tres años -lo que era- que aún no tiene dominada la coordinación -recordad cuando veis a un niño pequeño correr, que parece que se va a caer todo el rato- y se le veía un tanto cansado. No estaba jugando, como debía pensar que iba a hacer, estaba trabajando, haciendo deberes...

      Me sentí mal al ver eso. Posiblemente ese niño disfrutara más jugando con su padre con un balón que no con esa imposición. Haciendo zigzags ejercicios conducidos y obligatorios. 

      Decía antes que me recordaba a momentos de mi infancia porque lo viví y aunque no fuera en primera persona, en mis carnes, sí fue en gente de mi alrededor, en algunos de mis compañeros. Sus  padres iban a los partidos a gritar, a quejarse, a competir, a meter presión a sus hijos, a decirles lo que tienen que hacer, a enfadarse con ellos, a silbarles desde la grada para darles indicaciones. Deseando que metieran goles para luego sacar pecho en el bar, en el trabajo, a que les "saque de pobres"; no a disfrutar de que sus hijos se diviertan. Algunos sentían tanta presión que jugaban peor por ello, no disfrutaban, se avergonzaban e incluso se tiraban temporadas sin venir. Otros aceptaban el reto y se convertían en peores compañeros, con lo cual perdían amigos o ese respeto que se le tiene al que juega bien en el cole. Pasaban de molar -con lo que gusta eso- a ser "el flipado". El primer caso que recuerdo fue cuando estaba en Cuarto de E.G.B. -nueve/diez años-. Un padre que mete presión a su hijo, que le pide que no pase la pelota, que solo meta él los goles... ¿No creéis que es una exageración y una mala educación? Igual el raro soy yo. Si es así, lo prefiero.

      Y entonces yo me acuerdo de mi familia. Jugaba con mi abuela Rosario desde que tenía dos años -hay fotos-. Me acuerdo que siempre estaba corriendo detrás de un balón en el patio de su casa o en el pasillo de la nuestra, hasta que nos cansábamos o aburríamos, o había que merendar, o lo que fuera. Recuerdo ir con mis padres al patio de Salesianos -abrían los fines de semana al público para que disfrutaran las instalaciones- o a Monterrey, que era todo pinos en aquella época. Cualquier cosa servía de terreno de juego o de portería. Íbamos a disfrutar, a coger la bici o las palas, lo que apeteciera, lo que fluyera. Luego vinieron los equipos en el colegio. Disfrutar, jugar... A mi padre, que era el que solía ir por horarios y porque le gustaba más el fútbol que a mi madre, le encantaba mucho yendo a verme entrenar, viéndome feliz y disfrutando. Luego también presumiría, porque se me daba bien, en el bar, en el trabajo, con los "cuñados"... pero nunca me dijo nada, nunca me dijo qué hacer en el campo. Solo disfrutaba. Luego mi madre se sumó. Tenían respeto máximo por mi entrenador. Si me castigaban por malas notas, al fútbol no se iba. Si mi entrenador me reprendía, "algo habrá hecho malo". Rectifico en lo de que mi padre nunca me comentó nada. Un día hice dos entradas feas y me dijo después: no me han gustado esas dos entradas. Lección aprendida, cortita y al pie. El problema no era hacer faltas, es algo del juego, el problema había sido la forma, el espíritu.

      En mi primer año en el Real Valladolid, coincido después de un partido con un compañero y su progenitor en el ascensor. Dos pisos que se me hicieron eternos. Mi compi de diecinueve años no había hecho buen partido. Iba acongojado. La cara del padre era de pocos amigos, más bien de muchos enemigos... Me habían comentado sobre esa situación en concreto y ahora la estaba intuyendo. La bronca del coche debió de ser buena a razón de que su hijo había hecho un mal partido. Él estaba decepcionado por fallar a su padre, que precisamente debería ser quién animara a su hijo ya que no le habían salido bien las cosas. No es el espíritu...

      Cada día se escuchan más historias y casos de peleas en las gradas y de enfrentamientos. Insultos a los árbitros, a rivales, a jugadores del mismo equipo de su hijo... Recuerdo en un Atlético de Madrid-Real Madrid, en juvenil b, un partido loco en el Cerro del Espino. 0-2, 4-2 y finalmente 4-4. Al terminar el partido nos vamos hacia el vestuario y se forma un lío. Había padres increpando a algún compañero mío. Yo iba un poco más atrás y vi al padre un un rival, con el que había convivido en la selección madrileña, pegar a Aganzo. Se le acercó y le dio un guantazo. Lo que se montó allí después fue gordo. No me imagino a mi padre haciendo eso, pero si llega a ocurrir, además de toda la gravedad del caso, la vergüenza y la culpabilidad que podría llegar a sentir hubiera sido para siempre. Eso queda marcado.

     Este mini mundo no necesita de padres-entrenadores que no comprenden que no tienen ni idea -el que tiene idea deja que el entrenador se encargue, generalmente-, de que deseen que sus hijos sean mega estrellas gracias a ellos, de obligar a que sean futbolistas, tenistas o lo que sus padres deseen. Necesita de de buenos educadores, de buenos apoyos, buenas ayudas... No confundir con dejar que los hijos hagan lo que quieran. Hay que educarlos y guiarlos. Ser buenos ejemplos y que estén, como yo lo estoy de los míos, orgullosos.

      Si eres uno de los que se pueden sentir ofendidos leyendo esto, aunque te pongas rojo, deja la excusa de lado y recapacita. Ayuda. Todos queremos que nuestro hijo sea el mejor, el más guapo y el más alto, pero si es feliz siendo el cuarto o sin ni siquiera salir en la lista, simplemente con haber disfrutado el camino... ¿No es esa la idea? Disfrutar de lo que se tiene.

      Por lo menos yo creo que ese es el espíritu: disfrutar del viaje.

       Esta vez en vez de una cita os voy a dejar un vídeo. Uno que recomiendo a todo el mundo. Son cinco minutos de reflexión, risas y buena energía. Si has llegado hasta aquí, no dejes de ver esto:

 https://www.youtube.com/watch?v=rfdErCPTV4o

 

FELIZ VIDA A TODOS y hasta pronto

 

 

 

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HASTA EL MÁS MÍNIMO DETALLE

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Y TODO LO CONTRARIO TAMBIÉN

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